Jarcha, llegó al barrio madrileño de Vicálvaro en octubre de 1974. Podría decirse que ahí comenzó esta historia, y sin embargo quedaría incompleta. Nani —Fernando Valverde— nos cuenta: «fue en el año 73 cuando empezamos a madurar la idea de la librería, en un grupo de gente en el que entonces estábamos haciendo intervención comunitaria en el barrio de San Blas, en un amplio sentido, hacíamos muchas actividades con padres y con niños. Surge de ahí una cooperativa, y en un momento determinado a Maribel, a otra persona y a mí, se nos ocurre plantear el tema de una librería; la idea sale adelante con once personas apoyando este proyecto. Hubo una especie de “crowdfunding” antes de saber que era eso.» Por cuestiones relacionadas con la falta de locales disponibles en San Blas, eligieron Vicálvaro, y es ahí donde Jarcha se convierte en una realidad tangible. «Aquí nos metimos y empezamos a conectarnos con gente del barrio. Retrotraerte al año 74 en Vicálvaro es pensar que donde está hoy la universidad, había un cuartel, desde la librería se veía, no había por medio nada, mucho campo; era un municipio anexionado a Madrid. Cuando nosotros llegamos no existía ningún colegio público, había colegios privados, malos colegios privados, en sótanos donde no sería posible vivir y mucho menos dar clase, ningún instituto, ningún centro sanitario, no había transporte público, era transporte en manos privadas. Vicálvaro pertenecía en ese momento a la Villa de Vallecas, luego perteneció a Moratalaz y finalmente se construyó aquí la sede en la plaza; o sea que era un barrio absolutamente desatendido.»
Esta librería ha ido construyendo su identidad en base a lo colectivo, a las necesidades del barrio y a un contacto permanente con las escuelas que fueron llegando. Buscando el equilibrio entre la venta de material escolar, de papelería y los libros; a base de mucho esfuerzo, todos los recursos que han ido consiguiendo, se han invertido en tener más libros, en ampliar el ya numeroso fondo. Atravesando la barrera del tiempo, cuarenta años después y con la incorporación de una nueva generación, aquel espíritu inicial forma parte del presente y no solo del recuerdo. Maribel se jubiló en julio del 2014, Nani se desvinculó laboralmente de la librería, en cierto modo, en 2003, pero cada tarde cuando termina su jornada en el Gremio de Libreros, regresa a Jarcha. Lo que un día comenzó con ellos, tiene hoy continuidad gracias al trabajo de Rocío y los que están a su lado, María y Enrique. Rocío, Licenciada en Historia del Arte, trabajó antes en la mítica librería Rumor, fue en 2007 cuando decidió centrarse y apostar por el lugar en el que había crecido, al que pertenecen la mayoría de sus recuerdos. Ella nos asegura que «no lo cambiaría por nada.»
De aquellos primeros años viene la relación con los movimientos vecinales, «el vínculo con la Asociación de Vecinos ha existido siempre. La asociación impulsa desde hace ya casi más de 30 años un premio de relato, que Jarcha patrocina desde el principio.» Y a partir de ahí, once años atrás surgió un grupo de discusión, una tertulia de reflexión sobre lecturas, de una manera estable, se reúnen un viernes al mes, ese grupo ha ido creciendo, «casi hemos puesto numerus clausus, a pesar de eso se nos sigue colando gente, somos unos 28 fijos.» Los participantes pertenecen a diversas generaciones y nos cuentan que durante este tiempo ya han puesto en común más de cien libros. El grado de implicación y la fidelidad que se generan, conduce a que esa experiencia tenga repercusión más allá de la tertulia. Rocío indica: «ellos nos han agitado también a nosotros, nos han pinchado mucho para que nos movamos, para que hagamos más cosas. Yo creo que ha sido en parte gracias a la tertulia por lo que hemos intentado hacer más actividades, ellos proponen mucho, es un grupo muy activo.»
En Jarcha son conscientes, lo fueron desde el inicio, de la importancia de abrir el espacio de las librerías a la realización y agitación de dinámicas culturales relacionadas con el entorno. «Jugar con ese aporte impulsor de actividad.» En el periodo en el que nos encontramos, son muchas las librerías que ven en esta opción una posible salida para salvar sus espacios. Desde la perspectiva que da la experiencia, Nani reflexiona «yo creo que esta crisis está resultando especialmente dura, especialmente larga. Poco a poco lo que surja va a tener que surgir con unos mimbres diferentes, basado en lo que tenemos, pero de hecho ya se está produciendo lo de desarrollar hacia fuera.» Parte de esta dinámica son las presentaciones de libros que celebran en la librería, charlas con escritores, periodistas o editores. Entre la larga lista de eventos relacionados con la celebración de los cuarenta años de Jarcha, destacamos el primero, que tuvo como protagonista a una persona muy especial, Emilio Lledó, acompañado por un amigo de la casa, Juan Cruz. Además de estas actividades, la librería realiza otras, como proyecciones de cine. «Estamos en ese mundo de la iniciativa inquieta de gente que con muchas dificultades hace cosas, y en el espacio que tenemos, pues lo que sea posible.»
Tratando de desentrañar el origen y la trayectoria de Jarcha, no podemos olvidar un aspecto que ha sido y sigue siendo fundamental para estos libreros, la infancia. Con palabras de Nani: «Yo creo que ese es un territorio que tenemos que cuidar mucho, porque si no se produce una especie de salto, de abandono, la gente joven que deja de visitar librerías, y a veces no te explicas cuales son las razones, y a veces son el tener pocos elementos para engancharlos, para poderlos seguir “envenenando”» De ahí su interés y esfuerzo por abrir camino a los pequeños y nuevos lectores, junto al compromiso que mantienen con los padres, las escuelas del barrio, con el club kiriko, y con la sección que dedican en la librería a títulos infantiles y juveniles. Gran reto social.
Felicidades, Jarcha.
Revista "Llanuras"
24 de octubre de 2014