VIRGILIO MARÓN, PUBLIO (VIRGILIO)
Poeta magnus omniumque praeclarissimus, define Agustín de Hipona a Virgilio en su Ciudad de Dios. Y, aunque diga Suetonio que detractores nunca le faltaron, lo cierto es que Virgilio ha logrado en la historia el raro privilegio de complacer a tirios y troyanos. No así Horacio, a quien Papini le propinaba los epítetos de rechoncho y plagiario, mientras honraba al celta Virgilio con los atributos de «amoroso» y «tierno», y embellecía su corona de laurel con una bucólica descripción en que evocaba al hombre del campo, al amigo de las sombras, de los plácidos bueyes, de las abejas doradas, al que había descendido con Eneas a contemplar a los condenados del Averno y desahogaba su inquieta melancolía con la música de la palabra...
La música de la palabra. En cierto endecasílabo recuerda Borges la voz de plata y luna de Virgilio, que coloca al lado de la antigua de Homero. Tal vez sea verdad que Roma no hubiera sido Roma sin Virgilio, como afirmaba un Andrés Bello en la indecisa frontera entre la realidad y la ficción. Y es que, en efecto, todos los imperios han caído menos el de sus hexámetros.
¿Conoció Borges la traducción de Espinosa Pólit? Quizá la pregunta sea ociosa y su formulación correcta sería: ¿Pudo no conocerla Borges? Hay un célebre fragmento de hexámetro, aquel que dice: tacitae per amica silentia lunae (II 255), que tácitamente Borges rememora en el último poema de La cifra: La amistad silenciosa de la luna, cito mal a Virgilio...
¿Conoció Borges la traducción de Pólit, que recrea la música de la palabra? En todo caso ese mismo verso había sido traducido por Espinosa del siguiente modo: El silencio amistoso de la luna... Solo que él prefirió no añadir: traduzco bien a Virgilio.
Entre sus inclinaciones lectoras citaba Montaigne a Virgilio, y en particular sus Geórgicas, que consideraba la obra más lograda de la poesía. A su lado, el libro quinto de la Eneida le parecía el más perfecto.