La víspera de la proclamación de la Comuna de París, el gobierno reaccionario de Versalles hizo detener a Auguste Blanqui y rechazó la oferta de canjearlo por setenta y cuatro rehenes. Para Thiers, devolver a Blanqui suponía otorgar a la insurrección «la fuerza de todo un ejército». Auguste Blanqui imprimió el sello de su visión política a toda una época. Lo hizo desde las alcantarillas de París y desde un buen número de prisiones, y su mensaje alcanzó literalmente los confines del universo. Agitador, creador de sociedades secretas, arquitecto de revueltas, fundador de periódicos, teórico del socialismo... La historia de los movimientos revolucionarios franceses es incomprensible sin su figura, que provocaba por igual el entusiasmo de sus partidarios y el terror de sus enemigos, y que creó un prototipo de revolucionario integral con el que tuvieron que medirse todos los que llegaron después.