GARCÍA GIL, LUIS
Nadie puede ser él mismo después de escuchar a Jacques Brel. Junto a Georges Brassens o Leo Ferré, uno de los grandes nombres de la canción francesa, porque pocos hacedores de canciones de la música popular del siglo XX de allí o de donde sea son comparables en genio e intensidad al cantautor belga. Una canción como "Ne me quitte pas" refleja por sí sola el potencial creativo de su autor y no es extraño que una y otra vez sea elegida como una de las grandes composiciones de amor de la pasada centúria, junto a algunas de las canciones más valoradas de gente del calibre de The Beatrles o Bob Dylan.Jacques Brel, una canción desesperada no es sólo una biografía al uso, sino una profundización en los textos de este artista irrepetible, en su evolución creadora o en canciones que él nunca consideró poesía, pese a que su valor lírico resulta incuestionable. Por estas páginas se pasea el cantor apasionado que amaba las revelaciones de la infancia, pero también el hombre que un día decidió retirarse de los escenarios y refugiarse lejos del mundo, como Gauguin, en las lejanas Islas Marquesas. Brel le cantó a su país llano, caricaturizó a los burgueses y exaltó la amistad. En su obra se alternaron capítulos de desamor con otros en los que la soledad, la vejez y la muerte hicieron acto de presencia. Fue un artista total cuyo ejemplo sigue vivo y al que han cantado los más diversos músicos, desde Frank Sinatra a David Bowie. En España ha ejercido influencia en algunos de nuestros cantautores e intérpretes de más valor, desde Joan Manuel Serrat a Joaquín Sabina, pasando por Quico Pi de la Serra, Loquillo o Paco Ibáñez. Todos los Brel inimaginables se encuentran en este libro para desentrañar esas influencias que han hecho de él un cantautor de referencia y obras maestras a canciones como "La Fanette", "Amsterdam", "Les Vieux", "La valse à mille temps" o "Orly". Con ustedes Jacques Brel, el hombre y el artista, el eterno quijote de canciones tan desesperadas como eternas. En letra y en imágenes.