CARMEN RUBALCABA PÉREZ
Rara vez nos detenemos a pensar en las implicaciones que ofrece el hecho de desarrollar nuestra vida en un mundo letrado. Nuestra relación fácil y cotidiana con lo escrito nos parece natural. Sin embargo, leer y escribir son construcciones sociales, culturales y, por tanto, históricas, resultado de un largo proceso que se ha desarrollado a partir de unas necesidades comunicativas específicas.
Este trabajo indaga en el conocimiento de las prácticas populares de la cultura escrita en el siglo XIX, momento en el que el uso de la escritura se configuró como una necesidad social, para de esta forma profundizar en la comprensión de las condiciones sociales en las que se leyó y se escribió en el pasado.
A pesar de haber existido en mayor número de lo que pueda creerse, los testimonios escritos de los grupos populares han atravesado continuos procesos destructivos y están todavía hoy en día sometidos a prácticas de eliminación y de adaptación.
La relegación, la no conservación o la destrucción de la documentación producida por las clases populares no es un hecho casual, sino que nos habla de una determinada configuración de nuestra historia, de nuestra memoria y, por tanto, de nuestra identidad presente. No en vano apoderarse de la memoria y del olvido es, en palabras del historiador Jacques Le Goff, una de las máximas preocupaciones de las clases, de los grupos, de los individuos que han dominado y dominan las sociedades históricas.