Estefanía Cabello llama música de la soledad a la conciencia de un vacío en lugares de la memoria recién creados o por crear. A falta de un espacio físico, las palabras y el cuerpo se convierten en territorio. La fragilidad es consciente de sí misma y se vuelve la mayor fortaleza. En El cielo roto de Shanghái el asidero de la vida práctica no es tan fiable como para pedirle algo más que destellos de certeza que tendrán que cohabitar con huecos de tiempo y de espacio. El amor que nos hace nos deshace: quiere ser releído hasta que nos captura para siempre en su música de conciencia.