El extraordinario talento y la precocidad del poeta granadino Pablo del Águila (1946-1968), sepultadas por el aura maldita de la leyenda debido a su muerte a destiempo, han sido celebrados por lectores como Juan de Loxa, Félix Grande, Fernando Quiñones, Fanny Rubio o Joaquín Sabina. Su obra constituye uno de los mejores exponentes de la poesía sesentayochista del tardofranquismo y, a día de hoy, sigue fascinando por el poder subyugante de su estilo cercano, tierno y amable, en ocasiones irónico, tras el que asoma una honda angustia existencial, un fuerte compromiso humano y el extrañamiento ante un mundo imposible.