A la voluntad de vivir de una forma que transgredí los rígidos límites de la realidad se opone el descontento que estos personajes generan entre vecinos y autoridades estatales, como fuerzas que derriban todo intento por salir de la uniformidad y de la norma. Por fortuna, cuentan con la ayuda de objetos como los Espejos Occidental y Septentrional, o la Enciclopedia Serpentiana, para poder sortear las dificultades que encuentran en el camino. El primero refleja del lado izquierdo la mentira de quien se para enfrente, y del lado derecho su verdad, en tanto que el segundo muestra de manera simultánea el pasado, presente y futuro del reflejado. La Serpentiana es un libro infinito, que lo contiene todo, pero que sólo muestra a cada lector lo que lee en ese momento.
«En la narrativa de Petrović no hay voluntad documentaria ni psicológica: toda la similitud con la realidad política es mera coincidencia. En cambio, hay una nueva realidad -filosófica, metafísica, estética- que traza los fundamentos del mundo en el que nos hallamos. El lector conoce los hechos cotidianos que los periódicos y la televisión le ofrecen; Petrović propone el universo subterráneo de estos hechos, los sueños e intuiciones sobre los que éstos se basan. Su Atlas no documenta el presente histórico sino toda la historia entera; no los mezquinos amagos de conquista y poder personal que día a día sufrimos, sino una ambición mucho mayor, la de ocupar todo el espacio y todo el tiempo. Contar un evento periodístico, como describir una imagen fotográfica, tiene algo de trivial, de redundante; contar no lo que sucede sino lo que puede suceder, no lo que vemos sino lo que podríamos ver, es una tarea más noble y más duradera. Nuestra imaginación (la ciencia darviniana nos enseña) es un instrumento para mejor aprender el mundo, construyendo modelos de ese mundo para saber cómo manejarnos en él. Quizás por eso soñamos, por eso concebimos el fuego, por eso leemos espléndidas ficciones como este Atlas descrito por el cielo».