RODRÍGUEZ ALMODÓVAR, ANTONIO
Los Dioses comenzaron la tarea de crear al ser humano y cada uno fue poniendo algo de sí. Pero en el proceso se mezclaron los rasgos brutos con los divinos, lo sublime con lo rastrero, lo mezquino con lo angelical
Desde los comienzos de nuestro mundo no hemos parado de tratar de desentrañar la, a veces, pesadilla o el fabuloso sueño de la existencia.
En el tiempo de los dioses, la eternidad dura solo un instante. Un día, el aburrimiento y la desidia los llevaron a jugar con la arena: esculpieron un rostro, luego un cuerpo y las extremidades. Les pareció tan hermosa aquella figura que decidieron insuflarle vida. Uno tras otro, los dioses del Olimpo se acercaron al humano para depositar su don: el tiempo, el orden, la guerra, la belleza, la sabiduría
Pero era demasiado. Por eso después vinieron los animales. La existencia es la unión de lo sublime y lo rastrero, el orden y el caos, el todo y la nada
¿Pero qué determina cada elemento?